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“El periodismo no puede detener los misiles, pero puede evitar el silencio”: Oksana Brovko

Premiada en España por su defensa de la libertad de prensa, Oksana Brovko analiza los retos de informar en guerra, la solidaridad europea con los medios ucranianos y el futuro del periodismo en un contexto de desinformación y amenazas constantes.

En el marco de su visita a España para recibir el Premio 20 Minutos, de Henneo —grupo que hace parte de la Asociación de Medios de Información (AMI) —, Oksana Brovko, directora ejecutiva de la Asociación de Editores de Prensa Independiente de Ucrania, conversa con Aquí Europa sobre el papel del periodismo en tiempos de guerra, la resiliencia de los medios ucranianos y la importancia de la solidaridad internacional en defensa de la libertad de prensa.

Figura clave en el ecosistema mediático europeo y miembro del Comité Directivo de WAN-IFRA, Brovko lidera desde Kiev la red que agrupa a los medios locales y regionales que continúan informando bajo el fuego de los ataques rusos. Su voz, reconocida globalmente por su compromiso con la independencia editorial y la seguridad de los periodistas, encarna la lucha del periodismo ucraniano por sobrevivir y seguir contando la verdad en medio de la devastación.

En esta entrevista exclusiva, Brovko reflexiona sobre el precio de la libertad, los retos de ejercer el periodismo en medio de la guerra, y la necesidad de que Europa mantenga viva la atención sobre Ucrania. Además, comparte su visión sobre los desafíos comunes que enfrentan los medios en todo el mundo —desde la sostenibilidad económica hasta la irrupción de la inteligencia artificial— y reivindica el papel de las asociaciones de prensa como redes de apoyo y defensa del derecho a informar.

Aquí Europa: En primer lugar, enhorabuena por el premio que vas a recibir hoy. ¿Qué significa personalmente este reconocimiento, especialmente en un momento en el que tu país sigue en guerra?

Oksana Brovko: Gracias. Este reconocimiento es una oportunidad muy importante para mí para recordarles a todos el precio que estamos pagando por la libertad. En Ucrania, ahora estamos luchando por los valores más básicos: por la independencia, por el derecho a ser quienes somos, a preservar nuestra nación. Y a través de esta guerra, hemos comprendido que la libertad no es algo con lo que se nace y que se puede dar por sentado. A veces hay que defenderla, hay que luchar por ella y, a veces, incluso hay que morir por ella. Muchos de mis amigos, colegas y ucranianos de a pie están haciendo precisamente eso hoy en día. Es muy duro, pero, al mismo tiempo, este reconocimiento me da la voz para recordar al mundo lo que está en juego.

¿Podrías contarnos un poco sobre esos primeros momentos de la invasión? ¿Cómo fue para ti personalmente, para su familia y cómo encontró la fuerza para seguir adelante después de perder casi todo?

Incluso antes de que comenzara la invasión, intentaba estar preparada, porque todo el mundo sentía que se avecinaba un ataque a gran escala. Sabía que no podía controlar lo que se avecinaba, pero al menos quería hacer algo. Dos meses antes de febrero de 2022, reservé una pequeña habitación en un hotel del oeste de Ucrania, cerca de la frontera con Polonia, para que, si ocurría lo peor, tuviera un lugar seguro donde llevar a mis hijos. Tengo cuatro hijos y, en ese momento, tres de ellos eran muy pequeños —el más pequeño solo tenía dos años. Como madre, mi principal preocupación era mantenerlos a salvo, porque estaba segura de que, si las tropas rusas llegaban a Kiev, todos estaríamos en peligro. Profesionalmente, también intentaba proteger a mis colegas de los medios de comunicación regionales. Teníamos reuniones periódicas para preparar protocolos —cómo evacuar las redacciones, cómo borrar los datos sensibles sobre los periodistas de los servidores, cómo mantener a salvo a los equipos. Pero cuando comenzó la invasión a gran escala, nos dimos cuenta de que no estábamos realmente preparados. Las primeras horas fueron las más difíciles —aterradoras— porque no sabíamos cuál iba a ser la magnitud de lo que estaba pasando. ¿Significaría ataques nucleares? ¿Ataques químicos? ¿Bombardeos? ¿O solo tropas terrestres cruzando desde Rusia o Bielorrusia? Esa incertidumbre era la sensación más horrible. Pero tener un plan, incluso básico, ayudó. En cuestión de horas, metí a mi familia en un coche y nos dirigimos a la parte occidental del país. Luego empecé a llamar a mis colegas para coordinar las evacuaciones de las redacciones cercanas al frente. Esas primeras horas y esos días fueron caóticos, pero al menos estábamos haciendo algo —intentando salvar vidas y mantener el periodismo vivo.

Has seguido trabajando como periodista durante todo este período, incluso transformando tu trabajo en una herramienta de resiliencia. ¿Qué te mantiene motivada?

La motivación es sencilla: solo queremos vivir en un país independiente y preservar nuestro derecho a ser ucranianos. Eso es todo. Queremos vivir bajo un cielo pacífico, garantizar la seguridad de nuestros hijos y nuestro futuro. Cada acción, cada decisión, parte de esa comprensión. Queremos vivir libremente en nuestra propia tierra y estamos dispuestos a luchar por ello. Personalmente, el periodismo es mi forma de luchar, de documentar la verdad y de ayudar a la gente a comprender lo que nos está pasando.

¿Cuáles son las dificultades principales para los periodistas que trabajan en Ucrania a día de hoy?

Es un gran desafío. Los periodistas están constantemente bajo ataque —drones rusos, misiles, ataques selectivos contra oficinas de medios de comunicación—. Pero, paradójicamente, la guerra también ha creado oportunidades. Ha puesto de manifiesto quiénes son nuestros verdaderos socios. Desde los primeros días, recibimos innumerables llamadas, correos electrónicos y mensajes de colegas de toda Europa preguntando cómo podían ayudar. Esta solidaridad nos dio fuerzas. Para la comunidad mediática ucraniana, especialmente los medios locales y regionales, supuso nuevos contactos, colaboraciones y amigos. No solo contactos profesionales, sino verdaderas conexiones humanas. Y esta cooperación nos está ayudando a elevar nuestros estándares profesionales. Nos enfrentamos a los mismos retos que los periodistas europeos —la inteligencia artificial, la captación de audiencias, tratar con las plataformas de redes sociales— pero con una diferencia crucial: trabajamos en medio de una guerra. Aunque estés lejos del frente, ningún lugar de Ucrania es completamente seguro. Los misiles y drones rusos pueden llegar incluso a las regiones occidentales cercanas a Polonia. Por lo tanto, todos los periodistas aquí trabajan en un estado de peligro constante.

Aunque estés lejos del frente, ningún lugar de Ucrania es completamente seguro. Los misiles y drones rusos pueden llegar incluso a las regiones occidentales cercanas a Polonia. Por lo tanto, todos los periodistas aquí trabajan en un estado de peligro constante.

¿Cómo describirías la vida cotidiana en Ucrania ahora, casi cuatro años después del inicio de la invasión a gran escala?

Para nosotros, este es en realidad el undécimo año de guerra, ya que comenzó en 2014 cuando Rusia ocupó Crimea y partes de Donbás y Lugansk. La invasión a gran escala lo cambió todo. Durante los primeros seis meses, la mayoría de nosotros vivimos en modo de supervivencia —apagones constantes, sin electricidad, sin gas, sin Internet. La gente estaba en estado de shock y no sabía cómo reaccionar ante cada nuevo ataque. Ahora nos encontramos en una fase diferente: estamos intentando adaptarnos y seguir con nuestra vida y nuestro trabajo a pesar de las circunstancias. Para los medios de comunicación, esto significa centrarse en apoyar la libertad de prensa local y regional, porque los periodistas locales son los primeros en reaccionar cuando ocurre algo, y también son los primeros en contrarrestar la desinformación y la propaganda rusa, que está muy activa en la difusión de noticias falsas. Pero cada vez es más difícil. Los recientes ataques a las infraestructuras energéticas han provocado graves cortes de electricidad. Antes de venir a Madrid, hablé con varios editores locales que me dijeron que ni siquiera podían cargar sus ordenadores portátiles o teléfonos. Imagínese intentar publicar noticias en esas condiciones. Desde el punto de vista económico, también es devastador —el mercado se ha derrumbado, los suscriptores se han desplazado y casi no hay publicidad. Muchos periodistas varones han sido movilizados a las fuerzas armadas, así que la mayoría de las redacciones están ahora dirigidas por mujeres. Ellas gestionan los equipos, se preocupan por sus hijos en la escuela durante los ataques con misiles, por sus maridos en el frente y por la seguridad de sus colegas, todo al mismo tiempo. Es extremadamente difícil, tanto física como psicológicamente, trabajar en estas condiciones.

¿Qué significa la libertad para ti, tras estos años de guerra?

Ahora, para mí, la libertad es algo muy físico. Ya no es un valor abstracto, es el aire que se respira cuando no vuelan misiles ni drones, es la capacidad de decir la verdad sin miedo, de llamar a las cosas por su nombre. Para mí, la libertad significa responsabilidad, valentía y un vínculo inquebrantable con aquellos que pagaron el precio más alto por ella.

La lucha de Ucrania es la historia de gente corriente que hace cosas extraordinarias para defender su dignidad.

¿Cómo ven los ucranianos a Europa? ¿Se siguen sintiendo apoyados o ese apoyo ha empezado a decaer?

Seguimos viendo y sintiendo mucho apoyo, tanto a nivel político e institucional como personal. Millones de madres y niños ucranianos se convirtieron en refugiados y fueron acogidos con calidez y humanidad por los ciudadanos y gobiernos europeos. Esa solidaridad ha salvado vidas. Lo mismo ocurre en el ámbito de los medios de comunicación: muchos medios europeos siguen destacando nuestras historias y preguntando qué está pasando en Ucrania. Por supuesto, la atención se desplaza —hay elecciones en Estados Unidos, la guerra en Gaza, muchos acontecimientos mundiales—, pero premios y reuniones como esta son oportunidades para volver a llamar la atención, para recordar a la gente que la guerra no ha terminado. Y veo que los periodistas europeos siguen queriendo escuchar, siguen queriendo contar nuestras historias, porque luchamos por los mismos valores por los que ellos viven cada día, solo que nosotros tenemos que morir por ellos.

Sobre periodismo ahora. ¿Crees que el periodismo aún puede cambiar algo en tiempos de guerra?

Por supuesto. El periodismo no puede detener los misiles ni los drones, pero puede evitar el silencio. Puede proteger la memoria de las ciudades y pueblos del frente que están desapareciendo ahora bajo los ataques rusos, enfrentarse a las mentiras y recordar al mundo que cada cifra tiene un rostro humano detrás. En tiempos de guerra, el periodismo veraz se convierte en un acto de resistencia, y a veces, en el único que queda.

En tiempos de guerra, el periodismo veraz se convierte en un acto de resistencia, y a veces, en el único que queda.

Cuando miras tu trabajo, ¿de qué te sientes más orgullosa?

Estoy orgullosa de la comunidad mediática que hemos creado: periodistas que, a pesar del miedo y las pérdidas, siguen trabajando, investigando y contando la verdad; compañeros de muchos otros países que nos apoyan desde fuera como profesionales y desde un punto de vista muy humano. Estoy orgullosa de que, como asociación, hayamos logrado unir a los medios de comunicación regionales independientes, ayudándoles no solo a sobrevivir, sino también a encontrar fuerza en la solidaridad. Esa unidad es nuestra victoria silenciosa.

Y, personalmente, solo intento convertir el miedo y el agotamiento en movimientos activos. Me recuerdo a mí misma por qué lo hago: por mis cuatro hijos, a quienes deseo de verdad que vivan en una Ucrania en paz, por mis compañeros que siguen informando en regiones bajo los misiles.

Hoy en día, además de la violencia, los medios de comunicación se enfrentan a retos de todo tipo, desde financieros hasta el monopolio tecnológico. ¿Cuáles crees que son los principales retos a los que se enfrentan los medios de comunicación en la actualidad y cuál crees que es el papel de las asociaciones de medios de comunicación a la hora de abordar estos retos?

El mayor reto hoy en día no es solo sobrevivir —financieramente o tecnológicamente—, sino seguir siendo dignos de confianza. En una era de propaganda, desinformación e ingresos cada vez más reducidos, el periodismo debe proteger su credibilidad como su mayor activo.

Las asociaciones de medios de comunicación desempeñan un papel crucial en este sentido: nos unimos, nos defendemos y nos empoderamos. Creamos espacios para la cooperación en lugar de la competencia, ofrecemos protección cuando los medios de comunicación individuales son demasiado pequeños para defenderse por sí mismos y ayudamos a encontrar modelos sostenibles que permitan que la verdad sobreviva en un mercado impulsado por los clics.

¿Te gustaría añadir alguna reflexión final?

La guerra nos obligó a todos los que trabajamos en los medios de comunicación a redefinir la ética. Para mí, lo más difícil ha sido decidir cómo continuar con nuestra misión de buscar la verdad y, al mismo tiempo, garantizar la supervivencia de nuestros equipos. No se trata de una decisión única, sino constante —cómo proteger a nuestra gente, nuestros valores y nuestra voz al mismo tiempo.

Además, reuniones como esta me dan voz para hablar en nombre de aquellos que no pueden hacerlo —periodistas que han sido secuestrados, torturados o asesinados en cautiverio ruso; reporteros y editores que siguen encarcelados o atrapados en territorios ocupados; y los más de 330 medios de comunicación que se han visto obligados a cerrar debido a la guerra. Seguimos necesitando atención, seguimos necesitando apoyo y seguimos necesitando solidaridad para continuar esta lucha por la verdad y la libertad.

La guerra nos obligó a todos los que trabajamos en los medios de comunicación a redefinir la ética.

Finalmente, ¿cómo pueden los medios europeos seguir ayudando a mantener visible a Ucrania y asegurar que su historia sea contada?

Este es un momento muy importante para el periodismo en todo el mundo. Es fundamental no solo seguir el ciclo de noticias, sino también seguir la historia a largo plazo, informar no solo de los titulares, sino también de la realidad humana que se vive. La guerra en Ucrania es tan brutal ahora como lo era en febrero de 2022. Cada vez mueren más personas, hay más heridos y no debemos olvidarlos. Los periodistas deben seguir contando las historias de la gente común, porque detrás de cada titular hay una vida humana, una pérdida, una historia. Todos los días en Ucrania, a las 9:00 de la mañana, guardamos un minuto de silencio por los que han sido asesinados o están desaparecidos. En ese momento, todo se detiene —los autobuses, los coches, los niños en las escuelas. Es un recordatorio colectivo del precio que estamos pagando. Pero para muchos ucranianos, un minuto no es suficiente. La lista de lo que hemos perdido —hogares, amigos, hijos, maridos— es demasiado larga. Necesitamos que el mundo siga escuchando, siga recordando.

Por favor, no dejen que el cansancio sustituya a la empatía. La guerra no ha terminado solo porque haya dejado de ser noticia. Cada día, los ucranianos siguen defendiendo los valores europeos más básicos sobre los que se construyó: dignidad, democracia, libertad. La libertad no es algo con lo que se nace. A veces hay que buscarla, luchar por ella. Y a veces hay que morir por ella. Como estamos haciendo ahora, en Ucrania.

Por favor, no dejen que el cansancio sustituya a la empatía. La guerra no ha terminado solo porque haya dejado de ser noticia.

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